El color de las cortinas, qué vas a comer hoy, los armarios de la cocina, ir o no a clase o a trabajar, coca cola o pepsi, paredes lisas o con gotelé, llevar una chaqueta por si te da frío, coger un paraguas por si llueve...
Nos tiramos la vida tomando decisiones, pero nadie nos enseña a tomarlas, tenemos que guiarnos de nuestras experiencias pasadas para saber cuál es la acertada. El problema se encuentra en las decisiones importantes a las que te enfrentas por primera vez. Puedes estar equivocándote, de hecho probablemente lo hagas para prepararte para la próxima. Es injusto tener que errar tanto para tener una vida tranquila a los 60 años, cuando ya todas las decisiones están tomadas y comer las sobras del día pasado no es una opción, cuando puedes aconsejar a cualquiera en esas decisiones pero nadie te escucha.
Sé que debo equivocarme, que está en mi naturaleza, pero hay errores que pueden marcarte de por vida e influirte en otras muchas, por eso la próxima vez que me enfrente a una situación como esta o parecida, creo que lo dejaré pasar, y dejaré que el tiempo decida por mí.
Porque quizás nuestro mayor error no es la necesidad de equivocarnos para aprender, sino la falta de paciencia.
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