miércoles, 27 de noviembre de 2013

Adiós, hoy no lloro.

Tirada en el suelo, con el corazón destrozado y la voz ronca de gritar esperaba una mano firme que me ayudase a levantarme. Entonces noté unas manos pequeñas y temblorosas que me ayudaban a incorporarme, una vez de pie la vi. Era yo, era extraño, pero sí, eran mi cara, mi cuerpo y mi voz, y tenía los ojos hinchados y llorosos, le temblaba todo el cuerpo, su voz salía entrecortada y parecía intentar contener la respiración para no romper a llorar.

-Sí, soy .
+¿Eres mi yo del futuro?
-No, soy tu yo del pasado, y vengo a ayudarte.
+Tú sufres tanto como yo en el presente, ¿Cómo ibas a ayudarme entonces?
- Si tu yo del pasado no te salva, tu yo del futuro está perdida. Sé que es confuso, y que no soy la mano firme y la sonrisa bonita que esperabas, pero soy justo lo que necesitas, soy tú/yo misma.

No necesito apoyarme más en lo que va a venir, para dar el paso hay que mirar atrás, es imposible darlo sin saber porqué lo das, porque es entonces cuando al cabo de unos meses vuelves a hundirte.
Pero si estoy segura de porqué lo estoy dando, entonces jamás podré reprochármelo en el futuro.

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